lunes, 27 de diciembre de 2010

HEGEL

En la tarde otoñal
de la ciudad de Jena
pasea un hombre que anhela
pensar el infinito.
De repente una ráfaga de viento
y lo ve claro:
“Si camino eternamente
sumando mis pasos,
lo habré logrado”.
A su espalda siente
el frío aliento de Aristóteles.
Veintiún siglos de pensamiento
han pasado.
Un escalofrío le recorre el cuerpo
al darse cuenta de su hallazgo.
Acaba de pensar a Dios.
Él ha sido el primero
en percibir
su secreto plan acabado.
Y se da cuenta de que la historia
va siempre a mejor,
que es un constante progreso,
pues el espíritu de Dios
se despliega sobre la Tierra
utilizándonos como instrumento.
En su fuero interno hay un cuchillo
que apunta directamente
al corazón de Schelling
porque sabe que jamás
volverán a ser amigos
en cuanto publique esto.
Pero eso ya no importa.
Acaba de concebir la verdad
y él ha sido el primero
en hacerlo.

jueves, 23 de diciembre de 2010

KANT

Bajo la nieve de una ciudad rusa
duerme el corazón
de un hombre bueno.
Un alemán (podríamos decir),
metódico y austero.
Un corazón exigente y bondadoso
que nunca pudo comprender
que las almas justas
padecieran sufrimientos.
El mayor revolucionario de Europa
contempla con precisión milimétrica,
(como la de un reloj)
el cielo estrellado
a pocos metros del suelo.
Y alimentando la tierra
desde hace ya más de dos siglos
se encuentra el corazón
que abrigó la idea de justicia
más hermosa
que ha conocido el Universo.

LEIBNIZ

“El eterno-femenino nos eleva” Goethe

La historia humana es
como un rompecabezas
bien encajado.
Algo así diría Leibniz
si aún viviera.
Todos nuestros actos se hallan
unos a otros
necesariamente encadenados.
Dios conoce todos ellos
tan sólo en un instante
de su clara conciencia.
Pero ¿Qué pasaría si tan sólo
faltara una pieza?
¿Qué diría Leibniz?
¿Sería el mundo acaso mundo?
No hace mucho descubrí que Dante
recorrió Infierno, Purgatorio y Cielo
porque una vez le sonrió una adolescente.
(Yo soy su testigo).
Y me da escalofríos pensar
que si en la historia humana
tan sólo faltara una sonrisa
tal vez no habríamos soñado
con viajar a otros mundos.
Entonces pienso, ¿Cuántas sonrisas,
cuántos floreceres, cuántos besos,
cuántos aleteos de mariposa bastarán
para hacer un mundo perfecto?
……………………………………
(- Pero este mundo ya es
el mejor de todos los posibles-
diría Leibniz.
Sino cómo puede alguien acaso
imaginar forma más tierna
de acariciar la hierba
que la del viento en verano.
La luz misma palidece
cuando es tan intensa
que hace llorar
y no existe figura posible
tan compleja
como la de un árbol).

miércoles, 8 de diciembre de 2010

DESCARTES

En la fría noche de Estocolmo
camina un gran filósofo.
Es un francés débil y melancólico
que intenta asomarse
por encima de su tiempo.
Lee poco, duerme mucho
y en sus largos ratos
de soledad y duda
sólo se siente seguro
en su pensamiento.
Esta noche será la última
en que interrogue a la luna
por su misterio.
Ésta será la última vez
en que se encarame
sobre el borde la noche,
con gran esfuerzo,
para anticipar
nuestro pensamiento.
Aunque no lo ha visto,
el virus ya está dentro
y en pocos días acabará
con su enfermizo cuerpo.

martes, 7 de diciembre de 2010

METAFÍSICA

Quiero pensar que sucedió así,
porque la verdad, como las personas,
se acaba disolviendo
en la noche del tiempo:
Llega El Filósofo apresurado al Liceo
y anuncia:
- La lección de hoy es importante.
No perdáis una sola palabra.
Hoy comenzamos la Ciencia Primera,
la del ente en cuanto ente.
La que nos permite saber
lo que las cosas son
y lo que ahora escribáis
puede que sirva a los que luego
ocupen vuestros asientos.
- ¿Por qué, Maestro?- pregunta una voz
entre caras de desconcierto.
- Porque todos aspiramos
a conocer la verdad- responde él-
cuando estando solos
somos sinceros.
Entonces el alumno escribe su primera frase:
“Todo hombre desea por naturaleza saber”
en una tablilla de cera,
primitivo cuaderno.
Así comienza la Metafísica,
como la tituló Andrónico de Rodas
unos tres siglos después
de este momento.

lunes, 18 de octubre de 2010

PODRÉ CREER EN PLATÓN

Llevo en mí el privilegio
de haber visto dentro de ti.
Y no me ha resultado difícil.
Cualquiera que te conozca
sabe que eres realmente invisible.
Tu piel y tus ojos no son más que ilusiones
que no dejan de transparentar tu esencia:
Una luz absolutamente blanca;
Una verdad pura, simple;
Una idea clara;
Tal vez todas las ideas en una.
Yo, que no soy creyente
y confieso haber blasfemado
contra Dios, muchas veces,
puedo decir que ya he visto en ti
el lugar donde pasaré el resto de mis días.
Porque si Dios existe
y es cierto que cuida de mí
debe saber que siempre me he esforzado
por ser mejor persona
y ahora sé para qué ha merecido la pena,
pues ya he visto el lugar
donde guarda todas sus almas
y me he quedado tranquilo.
Yo, que tengo el cuerpo molido
de dar tumbos en la noche,
que me he ahogado más de cien veces
en una oscuridad inmensa,
que creo firmemente en la libertad absoluta,
ahora debo dar gracias,
porque he sentido por un momento
que todos los pasos de mi vida
han sido necesarios.
Que han estado encaminados
a conocerte, para simplemente
poder verte.
Gracias, porque ahora
podré ser capaz,
por primera vez en mi vida,
de creer en Platón.

jueves, 23 de septiembre de 2010

SÓCRATES

Yo a veces escribo porque sé
que cada una de estas palabras
es un piedra en mi lápida.
Porque reconozco sincero
que tengo orgullo
y la vana esperanza
de que mi nombre
sobreviva en la memoria
de alguien algún tiempo.
Pero sé que el hombre más generoso
que ha existido jamás,
el más digno de respeto
se llamaba Sócrates
y vivió en Atenas
entre los antiguos griegos.
Él nunca escribió nada.
Tal vez,
a pesar de vivir como un paria,
nunca tuvo tiempo.
Se pasaba
meditando ensimismado
días enteros
y constantemente compartía
con otros hombres su desconcierto.
Un puñado de preguntas sin respuesta
sólo tenía para ofrecer
posiblemente el hombre más inteligente
que ha pisado la Tierra
y el más sincero.
Y diga lo que diga,
su enamorado Platón,
estoy convencido de que murió
buscando las respuestas,
porque el mayor filósofo
de todos los tiempos,
el que dio el segundo salto de gigante,
tuvo que ser un escéptico.
Todos los grandes lo han sido
alguna vez en su vida,
pero el más grande
lo tuvo que ser hasta el fin,
en su lecho de muerte,
bebiendo veneno,
hablando de problemas sin respuesta
con sus amigos
como pasatiempo.
Esas palabras ya no se encuentran
ni debajo de las piedras,
se esfumaron en el viento,
porque ni siquiera Platón
estuvo junto a ese lecho.
Así fue la última lección de Sócrates.
Aquella en la que nos enseña,
que la vida de uno peligra
cuando piensa
un poco más que el resto.
Que el altruismo a veces recibe a cambio
el mayor de los desprecios
y que los más sabios siempre mueren
en la soledad de su pensamiento.