jueves, 23 de diciembre de 2010

KANT

Bajo la nieve de una ciudad rusa
duerme el corazón
de un hombre bueno.
Un alemán (podríamos decir),
metódico y austero.
Un corazón exigente y bondadoso
que nunca pudo comprender
que las almas justas
padecieran sufrimientos.
El mayor revolucionario de Europa
contempla con precisión milimétrica,
(como la de un reloj)
el cielo estrellado
a pocos metros del suelo.
Y alimentando la tierra
desde hace ya más de dos siglos
se encuentra el corazón
que abrigó la idea de justicia
más hermosa
que ha conocido el Universo.

LEIBNIZ

“El eterno-femenino nos eleva” Goethe

La historia humana es
como un rompecabezas
bien encajado.
Algo así diría Leibniz
si aún viviera.
Todos nuestros actos se hallan
unos a otros
necesariamente encadenados.
Dios conoce todos ellos
tan sólo en un instante
de su clara conciencia.
Pero ¿Qué pasaría si tan sólo
faltara una pieza?
¿Qué diría Leibniz?
¿Sería el mundo acaso mundo?
No hace mucho descubrí que Dante
recorrió Infierno, Purgatorio y Cielo
porque una vez le sonrió una adolescente.
(Yo soy su testigo).
Y me da escalofríos pensar
que si en la historia humana
tan sólo faltara una sonrisa
tal vez no habríamos soñado
con viajar a otros mundos.
Entonces pienso, ¿Cuántas sonrisas,
cuántos floreceres, cuántos besos,
cuántos aleteos de mariposa bastarán
para hacer un mundo perfecto?
……………………………………
(- Pero este mundo ya es
el mejor de todos los posibles-
diría Leibniz.
Sino cómo puede alguien acaso
imaginar forma más tierna
de acariciar la hierba
que la del viento en verano.
La luz misma palidece
cuando es tan intensa
que hace llorar
y no existe figura posible
tan compleja
como la de un árbol).