jueves, 23 de diciembre de 2010

KANT

Bajo la nieve de una ciudad rusa
duerme el corazón
de un hombre bueno.
Un alemán (podríamos decir),
metódico y austero.
Un corazón exigente y bondadoso
que nunca pudo comprender
que las almas justas
padecieran sufrimientos.
El mayor revolucionario de Europa
contempla con precisión milimétrica,
(como la de un reloj)
el cielo estrellado
a pocos metros del suelo.
Y alimentando la tierra
desde hace ya más de dos siglos
se encuentra el corazón
que abrigó la idea de justicia
más hermosa
que ha conocido el Universo.

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