lunes, 27 de diciembre de 2010

HEGEL

En la tarde otoñal
de la ciudad de Jena
pasea un hombre que anhela
pensar el infinito.
De repente una ráfaga de viento
y lo ve claro:
“Si camino eternamente
sumando mis pasos,
lo habré logrado”.
A su espalda siente
el frío aliento de Aristóteles.
Veintiún siglos de pensamiento
han pasado.
Un escalofrío le recorre el cuerpo
al darse cuenta de su hallazgo.
Acaba de pensar a Dios.
Él ha sido el primero
en percibir
su secreto plan acabado.
Y se da cuenta de que la historia
va siempre a mejor,
que es un constante progreso,
pues el espíritu de Dios
se despliega sobre la Tierra
utilizándonos como instrumento.
En su fuero interno hay un cuchillo
que apunta directamente
al corazón de Schelling
porque sabe que jamás
volverán a ser amigos
en cuanto publique esto.
Pero eso ya no importa.
Acaba de concebir la verdad
y él ha sido el primero
en hacerlo.