martes, 25 de noviembre de 2014

NIETZSCHE

En esta hora mustia,
detenida de la noche,
leve dolor de cabeza,
ni un ápice de emoción
en mis adentros,
leo a Nietzsche
buscando consuelo.
He intentado salvarme entre sus palabras,
pero siempre da el mismo resultado:
Soy un enfermo.
Uno de esos que no aman la vida,
mortifican su cuerpo y mente
con ideales ascéticos
y van contaminando a otros
su resentimiento.
Entonces cierro los ojos
y te recuerdo un momento.
Eras la flor blanca.
Un primer movimiento.
Como en un vaso,
una infinita alegría, no cabía,
en tu diminuto cuerpo.
Como en un círculo,
no se podía decir que tu risa
tuviera un final,
o un comienzo.
Como el niño de Heráclito,
que juega con el mundo,
eras toda futuro.
Siempre serás la promesa cierta
que pone fin como un broche,
un lazo, un bálsamo,
a mi errático infierno.

No hay comentarios: